Mientras comía la Última Cena, Jesús dijo: "De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar." Como se pueden imaginar, esta declaración causó una gran conmoción entre los discipulos, y uno a uno se acercaron a Jesús y le preguntaron: "Señor, ¿seré yo?." (Marcos 14:17-19)
Vivimos en un tiempo donde las personas rara vez se ven a sí mismas como la causa de sus propios problemas, por lo que nos debe parecer extraordinario que pregunten: "Señor, ¿seré yo?" Ellos en vez de preguntar: “¿Es Judas? ¿Podría ser Pedro o Juan?", cada hombre se veía a sí mismo como un posible traidor.
El secreto real del crecimiento personal es este tipo de autoevaluación, pero a menudo permitimos que nuestro orgullo se interponga en el camino de un examen honesto. Es tan fácil para nosotros ver las faltas de los demás mientras ignoramos ciegamente las nuestras. Es por eso que Pedro nos dice que nos vistamos de humildad en 1 Pedro 5:5. Continúa diciendo que Dios resiste a los orgullosos, pero da gracia a los humildes. Necesitamos gracia para ser perdonados, y para eso necesitamos humildad.
En lugar de ser tan rápidos para juzgar a los demás, debemos dedicar más tiempo a preguntarnos simplemente: "Señor, ¿seré yo?"
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